Mar 14, 2007

Scary Movie (faltan links)

Ayer fue martes 13 y echo de menos la ingenuidad de antaño. Hablo de las películas con las cuales la industria del cine trataba de meternos miedo hace ya varias décadas.

De presupuestos y realizaciones variopintas, la imaginación de aquel entonces -ayudada tanto por una ignorancia general como por la Guerra Fría- hacia que los realizadores fueran extremadamente creativos a la hora de llevar historias tétricas a su pantalla. Desde hombres lobos hasta las momias, pasando por extraterrestres de Marte, monstruos del lago, muertos vivientes o insectos gigantes.

Cuando las ideas se iban acabando, empezaron las mezclas; híbridos muchas veces sin sentido, pero que parecían obedecer a la regla de que a mayor locura, mayor miedo.

Si antes el público salía aterrada con las hormigas gigantes de Arkansas, ahora no sería tan fácil. Tendría que ser las arañas vampiro zombie mutantes radioactivas comunistas invasoras de Urano. La idea era la misma, mantener el miedo en la población, esa sensación de inseguridad siempre necesaria para controlar a la población. No me imagino otra función que podría tener el control del terror. Si no, pregúntenle a Bush.

De cualquier forma, la llegada del color y de las técnicas cinematográficas más complejas convirtieron estas obras creativas del terror en burdos intentos que empezaban a dar risa. Así se produce un gran cisma, a mi juicio, entre el terror clásico, aferrado a las criaturas más clásicas, el gore, derivado en el exceso y el asco más que el miedo, y el cine comercial que comenzaba a llenarse de un nuevo fenómeno, los asesinos en serie.



¿El motivo de este cambio? Muy simple. Ya que la Guerra Fría estaba menos tirante y sobre todo saliendo de la catarsis cultural que significó la época Hippie, el cine empezó a explotar el género del “terror moralista”. Ya no había que tenerle miedo a lo desconocido, sino que al contrario, era a lo común y corriente, sobre todo a actuar por el mal camino.

Así las pantallas se llenaron de adolescentes que eran degollados mientras se alejaban del campamento para fumar, mujeres mutiladas por pretender dar su virginidad antes del matrimonio o jóvenes que quedan sin ojos por estar espiando a la vecina. Todo ese tipo de actos inmorales.

De todos modos, miles de adolescentes iban a los cines a ver como la actriz de turno era destripada con su sexy atuendo de porrista. La característica principal de esta época son la pronunciada cantidad de secuelas, aun cuando no conservaran muchas veces ni los directores o los escritores, a veces ni siquiera los actores.

Yo creo que este estilo fue popular en los ochentas y principios de los 90 hasta que los productores se dieron cuenta de que el efecto que deseaban causar ya no servía mucho, sobre todo porque en “La venganza del enmascarado 23” se empieza a notar que es un poco forzado.

Como sabrán, el terror nuevamente evoluciona a las llamadas "películas sicológicas”, cuyos caballos de batalla son Blair Witch Project, Los Otros y un montón de películas importadas de oriente como “La llamada” (acéptenlo, NO SE LLAMA EL ARO).

Y si bien una que otra película adolescente aparece de vez en cuando (sin el éxito de antaño, claro está, pero lo suficiente como para armar un DVD), estamos en la era en que el terror ya no se encuentra en las salas de cine. Y no es que se haya ido lejos para no volver. No señores.

Ahora quienes están encargados de tales labores son los medios de comunicación masivos, en particular la televisión y los diarios sensacionalistas, que apelan al mismo tipo de público que ahora ya no va al cine por una cosa de tiempo y precios.

Ya no hay tipos escondidos tras máscaras de hockey, sino que encapuchados. Ya no hay muñecos infernales, sino que delincuentes vestidos con ropas anchas. Y así. La fuente de temor (y en consecuencia de control) de la población es tomada por esas simpáticas maquinarias llamadas medios masivos.

Y tal como en la época del blanco y negro, como no sólo de delincuentes, perros rabiosos o violadores se puede vivir, de vez en cuando aparecen nuevos grupos creados al igual que las criaturas de antaño con el objeto de causar el mayor miedo posible.

Recuerdo muy bien la vez en que un tipo degolló a un cura en una misa de Santiago, y dado que se vestía con ropa oscura, se le echó encima todo el peso de esta
“nueva y peligrosa” cultura gótica, que raya en lo satánico, hacen sacrificios animales y escuchan música fea. Obviando el hecho comprobado de que se trataba de un tipo enfermo mental, durante varios meses se mostró a la tendencia gótica como el nuevo monstruo de la sociedad.



Sin ir más lejos, recuerdo que estaba en el auto cuando mi madre ve un tipo de negro y me dice “que miedo, debe ser satánico”. No la culpo, yo pensé lo mismo cuando ella puso cortinas negras en la pieza.

Pasada la moda de los góticos, había que inventar otro monstruo. Así aparece el Neo-Nazi. Nunca he sabido por qué les dicen Neo-Nazis. Si los tipos son racistas, violentos, creen en al raza superior, usan la suástica y más encima adoran a Hitler, son simplemente Nazis. Pero no. Neo-Nazi suena hasta como tiernucho para mí. O tal vez es como para ponerle más color a un monstruo creado por ellos mismos.

Y así han pasado más monstruos creados por esta gran maquinaria: los temibles Skinhead, los abominables Anarquistas, los punkies desquiciados, por nombrar alguno.

Incluso, tal como ocurría en los tiempos que al creatividad fluía por los estudios de Hollywood como agua del estero, para lograr un mayor efecto de tensión se recurría a la agrupación: se hablaba de grupos anarquistas tal como antes nos contaban historias de marcianos invasores, bandas skinhead que arrasan con todo a su paso de la misma forma en que una hora de muertos vivientes inconscientes atrapan a una ciudad o le música satánica se expande como un virus mortal creado por un científico loco.

Y es que no hay que ser muy astuto para darse cuenta de las similitudes esenciales que tienen los monstruos de antaño con las criaturas sociales de ahora: ambos son aislados de la sociedad, son extraños, no son estéticos, formas sus propios grupos y se entienden entre ellos, son fácilmente reconocibles, se sienten al margen de todo, y pro supuesto, se les muestra con una irracional gana de destruirlo todo a su paso.

De allí que no se den asco en mezclarlos y revolverlos para causar un efecto aun más tenebrosos. Porque una de las diferencias que hay es que si bien se crea un estereotipo identificable más o menos, nunca se ha definido bien que es que. Antes Drácula era Drácula, la momia era la momia, pero ahora cualquiera tira al vuelo que un tipo es Anarco, Skinhead, Punk, Neo-Nazi, Rapero, Okupa, etc.

Y de ahí se llega a las inevitables mezclas. Todo esto a partir de la noticia que vi ayer en el noticiero, de un joven que fue asesinado por un hincha de Colo-Colo y que fue la presentación en sociedad de una nueva creación: el “Nazi Punk”.



Para ser justos, la tendencia Nazi Punk es reconocida, incluso con su entrada en Wikipedia. Pero si seguimos el orden lógico presentado por los medios chilenos, siempre se mostró a los nazis y a los punks como grupos en constantes riñas y peleas.

De hecho el término usado por los noticieros empezó a generar varios debates en fotologs, foros y todo lo que representan los intertubos por tratar de entender a que diablos se refería esta nueva alianza, cuando el grito de batalla que siempre se había escuchado era “Nazi muerto, Punk contento” (y viceversa).

Mayor confusión se da cuando los medios empiezan a desdecirse. Ya lanzado el carril del Nazi-Punk, se volvió a hablar de los Neo-Nazis o incluso de Skinheads (a pesar de las notorias cabelleras vistas en las imágenes)

A todo esto, ¿se han dado cuenta como en unos años la representación del nazi en los medios pasó de un montón de viejos locos tratando de armar reuniones clandestinas en casas de balnearios top a la de un grupo de jóvenes alcohólicos, violentos y envueltos siempre en riñas? Adivinen cual vende más.

Bueno, todo esto me causa un par de reflexiones que quiero compartir.

La primera es obvia: es evidente que los medios aprovechan la existencia de estos grupos marginales, sin identificación con el estado y de evidente rechazo a lo establecido para posicionar allí la fuente del miedo que se transmite por la pantalla. Ambos aprovechan el hecho que ninguna de las partes (pareciera) estar dispuesto a llegar a la aceptación social, y por tanto se les segmenta.

Bien, pero mi pregunta es ¿por qué se les segmenta? ¿Es realmente posible que todos estos grupos realmente quieran estar segmentados?

A mi me llama mucho la atención el surgimiento tan repentino de tantas y diversas “tribus urbanas” (si hasta el nombre colocado es un tanto siútico) y que al parecer todas luchan por tener “su espacio”. Yo no se, no creo que sea el camino adecuado.

Yo siempre he estado en contra de toda segmentación, ya que me parece que la creación de grupos es la que permite, a la larga, una mayor polarización y disputas por puntos de vista discordantes que siempre son más que los concordantes.

Muchos creen que mi posición es muy extremista y que atenta contra el libre albedrío de todos de reunirse y mantener su ideales. No, definitivamente yo estoy por los valores de la diversidad y la tolerancia a toda escala, pero también es cierto que la forma en la cual los diversos grupos de una nación pretenden lograr insertarse a través de la teoría de los “espacios” (carril mío) es más perjudicial que comunitaria.

Veía un reportaje el otro día donde una señora admiraba al pueblo estadounidense por el hecho de que en las grandes ciudades siempre había un barrio gay, un barrio chino, un barrio latino, lo cual significaba, a sus ojos, una gran demostración la variedad cultural de ese país. Yo nos e hasta que punto se puede entender como diversidad a la segregación física y cultural de las diferentes identidades.



Con estos grupos en Chile pasa lo mismo. Si lo que hacen es pedir espacios, espacios y más espacios en vez de buscar las maneras de aceptar y ser aceptados el entorno donde les tocó vivir (porque parto de la base que nadie elige su patria), a la larga lo que termina haciéndose es que cada uno sigue con su vida. Y sí, es una tranquilidad el hecho de que nadie me moleste en mi micro mundo, pero el encerrarse dentro de una barrera por simple comodidad es un despropósito.

Pongo dos ejemplos: Caminando con una amiga, la otra vez vemos una pareja de góticos por la playa. Después, con mi hermano, vemos un grupo de emos juntos en la calle, y por el sólo hecho de estar juntos, la gente caminaba a una cierta distancia que se mantenía, era como si estuvieran divididos por una barrera invisible.

Y nadie parecía preocuparse. Yo me preguntaba ¿les gustará a ellos mantenerse así? Seguramente era parte de su objetivo, una especie de contrato invisible donde nadie parece molestarse. Y es que en algún momento que no puedo descifrar el significado de la tolerancia se convirtió en indiferencia. Con el sólo hecho de no pensar en el resto uno se cree tolerante. Y no es la gracia.

Yo mismo he rechazado ser parte de alguno de estos grupúsculos. Para nadie es sorpresa el hecho de mi pasión desmesurada por el mundo de los videojuegos. Son una parte importante de mi visión de mundo y toda la mamonería. Pero sin embargo nunca quise formar parte de una “comunidad gamer” por el simple hecho de que sabía que me encerraría en un círculo cada vez más pequeño.

Las veces que intenté experimentar con personas “de mis gustos”, la experiencia no fue nada gratificante. Yo prefiero mil veces mantener mis pasiones en el ámbito de lo semi-privado, tenerlo en mi pieza, mis fotos de Messenger o que se yo, pero lo que de verdad me da más gusto es cuando personas que no pertenecen precisamente a la cultura del jugador vienen, lo prueban y pasan un buen rato.

Me interesa mucho más saber que cosas puedo aportar yo desde mi visión pequeña a la visión macro, que pertenecer a una de muchas burbujas impenetrables-

El concepto de minoría le ha hecho muy mal a la humanidad, porque supone el hecho de que hay gente diferente al resto. Y sí, es cierto, no todos somos iguales, pero tampoco somos una especie separable.

Y en la medida que sigamos pensando que la gente diferente debe vivir en sus parcelas, más claro va quedando que de nada está sirviendo al democracia, sino que para tener un lindo modo para elegir a quienes pueden tener bencina gratis y andar a 140 por la carretera.



Tampoco estoy por la unificación del mundo en una cultura global. Eso es imposible, estúpido y totalmente inviable. Si apuesto por un modelo (utópico, es cierto) en el que de una vez por todas entendamos que las diferencias no son para separarnos, sino para hacernos crecer y ver el muerdo de las maneras más diversas posibles. El único conocimiento que realmente vale al pena, el que se consigue con al experiencia.

Se que estas palabras no van a cambiar nada, y que si tuvo la paciencia de llegar hasta aquí seguramente se lleve una impresión media desquiciada de mi. No me importa.

Sólo quiero decir que como futuro miembro de los miedos de comunicación (lo escribí bien) me interesa que se juzgue a los Neo-Nazis por asesinos y no por ser parte de un grupo, que si un gótico se postula a concejal sea juzgado por sus ideas y no por sus pintas, que los travestis voten donde se sientan más seguros y que si alguna ideología aun siente que es esencial para ellos alejarse del contacto social, que seamos capaces de tener un diálogo para por lo menos entender su forma de vida.

Quizás en ese momento, 400 años en el futuro, las películas de miedo vuelvan a la mentes de los directores de cine, con los protagonistas de siempre y no tener que temer cada vez que abrimos un diario, por al invasión de los neo-punk nazis skinhead del espacio radiactivo.

1 comment:

Unknown said...

Uf, tardé tres días en terminar de leer el post. Casi literalmente, tuve que detenerme en el camino para pasar al baño y comerme un completo de plástico.

El problema, veo yo, con las nomenclaturas de tribus urbanas, sectores segmentados, y etc, es que se ha estado intentando imponer órganos nuevos a un cuerpo que simplemente no es compatible, por lo que obviamente se produce rechazo e infecciones. Si No es como ponerle un accesorio al celular: cuando vivimos en un sistema democrático (en teoría) que se basa e la decisión de la "mayoría" por sobre las minorías supuestamente aledañas y por tanto carentes de participación macro, nos encontramos con que esa "mayoría" nunca existió, solo muchas minorías acordadas, y que a la hora de poner en practica el sistema democrático, los resultados no favorecen a nadie, o a lo más a las minorías más antiguas, a las que por costumbre se les declara mayoría. Y cuando luego basamos todo lo demás encima de la falacia (Estado, medios, ley de seguridad inetrna del estado) de que hay que proteger a los muchos de los pocos, queda claro que lo único que hay son pocos que deben ser enfrentados, y nadie a quién defender. Entonces todas las minorías punks, nazis, mapuches, hackers, comunistas, gamers, y un casi infinito etcétera quedan estigmatizadas por ser diferente... ¿A quién?

Todos formamos parte de una minoría, pero nos creemos mayoría. Cuando se asuma que nadie es fuerza política prioritaria y mayritaria de la población, entenderemos que el sistema contractual en el que nos basamos carece de una razón de ser. Y ahí se va a armar la casa de putas.

Por último, no sé por qué tú teoría de los espacios me sonó al Capitán Futuro: ¿Te refieres a qué cuando muchos grupos se reparten un mismo espacio, la única posibilidad es hacerlo en distintos tiempos? Porque me acordé que el Capitán planteó esa teoría para sustentar que el viaje en el tiempo es interdimensional, y por tanto espacial, no temporal. Solo para luego ser enviado directamente al Sol.